Y en tus manos,
en tus pequeñas manos,
sucias de hollín, de tierra y de sangre,
cubiertas de dolor, de cansancio y de hambre,
mugrientas de pena, de muerte, de hastío,
por callos envueltas temblando de frío.
A tus manos pequeñas, con saña incompletas,
carentes de ilusión, de destino y de sueños
las llena el vacío, la frustración, lo omitido.
En tus manitos asimétricas
que no guardan sueños ni cazan mariposas,
en tus manos sin aire, sin agua y sin tiempo,
que claman venganza, templanza y olvido
brilló la guardiana serendipia
de aquello importante que había perdido.
Hoy renací, gracias a tí,
y me siento dispuesto a morir
por verte de nuevo sonreír, y creer
que vivir, aún entre estas murallas rodeadas de bestias,
vale la pena.
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