expectante
duro y frío como el tirante
que sostiene el techo de toda una casa
y llevabas
un mil lágrimas en los ojos
pero no llorabas
te mantenías
en esa fortaleza ridícula
del que lloran solo los maricas.
Y no explotabas,
nunca explotabas,
pero te morías de a poco
y lo ignorabas.
Infeliz,
habías nacido en el tiempo equivocado,
en donde ser marica era algo malo
y llorar no era cosa de hombres,
ni de humanos.
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