jueves, septiembre 02, 2021

Esperándote -- Cuento corto

Nunca supe de dónde salían todas tus ganas, todas tus fuerzas, todas tus ansias. Nunca supe en dónde nacían tus sueños, tus deseos, tus esfuerzos. Nunca entendí tus porqués, tus cómo, ni tus qué. Nunca entendí cómo, un Dios todopoderoso, quiso llevarte a su lado cuando aún aquí no lo habías dado todo. Siempre me pregunté cuál era su necesidad, el hacerte sufrir con las quimios, con la decadencia en la pureza de tu belleza  inmaculada, destruida poco a poco, quitándote el cabello, la carne de los huesos, el tiempo del reloj. Esa imponente figura doblada sobre el lavabo, vomitando el vacío de tus tripas rechazando todo lo que se te cruzara por delante, debilitándote hasta el punto de rascarte otro la nariz ya que ni las manos podías mover, pobre infeliz. 

Te leíamos la biblia al pie de la cama como vos lo hacías cuando podías para vos misma y también para los que amabas. Apenas respirabas, se escuchaba el gorgojear de tus pulmones llenos de agua, las pústulas en tu piel, el blanco de tus ojos teñidos de dolor y tu mirada inexpresiva que parecía rogar "mátenme, por favor, mátenme". 

El doctor había recomendado que te llevemos a casa, para que cuando te fueras sea rodeada de los tuyos, de lo tuyo, de esos óbolos que juntaste y que tan feliz te hacía pasarles el plumero y cambiar su posición y su orden mientras suspirabas recordando dónde y cuándo los habías conseguido. El primero que se te cayó al piso te dolió en el alma, le restaste importancia, pero si le hubieras dado la atención necesaria en aquel momento, tal vez, la metástasis no hubiera existido, aunque bien, este tipo de sarcomas, y en donde lo estabas gestando, no prometía buenos augurios, ni tampoco te daba mucho tiempo más. Igualmente insististe con todo tipo de tratamiento, pero creo que lo hiciste para que nosotros creyéramos que existía una esperanza. 

Me lo negaba en un principio, me lo negaba en lo profundo, pero sabía, por Dios que sabía... cuando te miraba a los ojos, en el más allá de tu mirada estabas entregada y dejabas que tu vida fluyera según ese capricho del que ya te había puesto en el envase, la caducidad de tus hechos en este plano, en este ahora. 

Y se me rompió el alma con tu partida, se me rompió el pasado con tu adiós. Se cristalizó lo efímero de la vida y me di cuenta, que cuando alguien que amamos muere, también muere ese uno que era uno con el que se fue sin dejar rastro, ni camino.

Como si el cielo conspirara llovió toda esa mañana, corrían por los desagües los torrentes de lágrimas que se evanescían por las comisuras de los labios que no se movían ni emitían palabra alguna. 

Moriste en la madrugada, embriagada de morfina para que el dolor no te partiera, y tu mente que divagaba en un mar cualquiera y que nada entendías, y que nada sentías, y que nada importaba. 

Yo, voy a estar con vos para siempre, aunque la tormenta arrecie, aunque el Diablo meta la cola, aunque el sol nos carcoma la piel o Dios venga a buscarnos, yo estaré aquí contigo, por siempre de los siempres de los siempres. Y luego me besabas y yo dormía creyendo, que el amor puede prolongarse, más allá del tiempo, del espacio, de la carne. 

Aún te lloro, en las mañanas grises, en el solitario café con leche con sabor a nada, en el olor de la panadería, en cada una de las chucherías que comprabas y cambiabas de posición cada vez que le pasabas el plumero. Hoy nadie hay que las limpie, ni yo, creo que ando esperando que ese polvo que ahí se anda juntando, sea la puerta de escape del otro mundo, y la encuentres, y vuelvas a casa, donde cada baldosa con profundo dolor te extraña.

1 comentario:

Maria dijo...

Our Lady of Lourdes, intercede for me and my family, cover us with your sacred mantle, I thank you in the name of the father of the child and the holy spirit amen 🙏